Cuentan que, por allá, por los primeros años del siglo XIX, mis antepasados, tuvieron muchos encuentros con apariciones de fantasmas, que les perseguían para atormentarles, entre ellos tenemos a La Chinigua, la Llorona y los Chinamitos. Estos últimos, eran fantasmas de niños que habían muerto sin ser bautizados decían, duendes que se les aparecían en el camino a los viajeros que hacían solos el trayecto de un sitio a otro de la isla de Margarita., en algunos lugares más que en otros, éstos hacían de las suyas asustando a las personas desprevenidas, haciéndo travesuras como niños.
Ocurrió que un día,José Concepción,a quien todos llamaban" Cochón" debía ir hasta el sector conocido como La Isleta, a buscar algunos pescados que Natividad, un amigo pescador, habitante del lugar, le había ofrecido.Cochón partió, desde el centro de Porlamar, donde vivía, muy temprano en la mañana, aprovechando "la fresca", como decía mi abuelo, e ir hasta tan lejos por el pescado.
Caminó por el sendero principal de arena caliente, rumbo a la Cruz de la Misión, siguiendo el camino por el lugar conocido como el alto de "Ñopito" hasta ir bordeando la orilla de la playa llegándo al sector La Isleta. Ya el sol se encontraba en mitad del cielo, por lo que calculó debían ser las once y media de la mañana, así que fue recibido por su amigo, que le esperaba sentado bajo la sombra de un árbol frondoso frente a la playa, el cual le ofreció un "agua de tamarindo" para refrescarse del calor reinante y descansar de la caminata.
Cochón sintió como la brisa marina llenaba sus pulmones de aire yodado, vió a lo lejos los pescados soleándose sobre unas ramas, todo silencio, por lo que su amigo Natividad le ofreció un plato de sopa de pescado en el almuerzo y se sentaron a conversar cosas de las familias de ambos, mientras bajaba el sol del mediodía y podría marcharse hasta su hogar. Como todo margariteño, la conversación giró acerca de los fantasmas y aparecidos que eran naturales por esas soledades.
Natividad le señaló que, algunas veces, veía a barcos piratas atracar cerca de sus trenes de pesca pero, ya él no se asustaba, lo tomaba como algo normal.
Fue pasando el tiempo y a eso de la tres de la tarde, Cochón decidió tomar el camino de regreso a su casa, calculó que debía llegar, andando rápido antes de las seis a las primeras casas del centro de la ciudad.
Natividad lo acompañó hasta cerca de la entrada al Silguero, allí le dio una talega(bolso) con el pescado salado y una merienda, un pedazo de coco seco para masticar por el camino. De allí en adelante, como cuando iba, sólo había soledad, algunas gaviotas y alcatraces, rompían el silencio con su canto, aunado al ruido de las olas del mar.
Cochón observó que, debajo de unas matas de clemón, había como un bulto de una persona, pero como se encontraba lejos, no pudo determinar bien que era, siguió andando y recordó lo que Natividad le dijo sobre los Chinamitos que salían a molestar por esos rumbos, pero él no tenía miedo a nadie y menos a unos chinamos, así que siguió acercanadose cada vez más a las matas de clemón.
A pesar de repetirse en la mente muchas veces que no tenía miedo,receloso llegándo cerca de dichas matas mencionadas, vio a un niño que lloraba muy fuerte,además escuchó que detrás de la dunas de arena "jugaban y reian" algunas personas y, pensó, que el niño era de la familia que estaba en la playa. Al pasar cerca, el niño lloró aún más gritando que tenía hambre y, tuvo que detenerse, pues el muchachito corrió a ponerse delante de él en el camino.Cochón sintió lástima por el pobre niño y le dijo:- mijo! no tengo nada que darte de comer!!, cargándolo y mirándolo a la cara continuó: -yo sólo tengo un pedazo de coco y tú no tienes dientes para comertelo!- el muchacho le contestó:- No tengo dientes?, y ¡éstos que son?..., le enseñó dos grandes colmillos parecidos a un animal, luego de lo cual Cochón soltó al chinamito, gritándo: ¡¡¡¡¡¡¡Ayyyy mi madreeee!!! sálvamee!!!... y corrió despavorido hasta que no pudo más, cayendo sin sentido cerca del cruce hacia la carretera principal donde unos vecinos le socorrieron al verlo en veloz carrera como loco...Cochón aprendió que nunca debía viajar solo a parajes olvidados...y que nunca debía subestimar a los "chinamitos".
En esta tierra margariteña sobran pasajes como este, y colorin colorado este cuento se ha terminado.
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