Máximo , había nacido una tarde del mes de junio.
Había tenido otros hermanitos, pero no sobrevivieron a los primeros días. A pesar que su mamá Ventanita les cuidaba mucho, el vecino perro "Kike", en un descuido de ella, los había sacrificado.
Por ser el único que quedó de la camada, le llamaron Máximo como el gladiador, se había salvado por un pelito así de pequeño.
Creció muy rápidamente, copiando los movimientos de su tío Ojito Velásquez.
Quería ser como él, un gato educado, cariñoso y con buenos modales.
Ojito le decía: _ Mira, gatito, la educación es lo fundamental en todo, sin ella no te querrán en esta casa, así que aprende a ser obediente.-
Máximo le miraba con sus grandes ojos amarillos y una expresión embobada.
¡Oh! había hablado su héroe.
Como todo gato joven, se hizo de la amistad de otros de su especie que paseaban o correteaban por el patio.
Máximo era tan manso y casero, educado que no pensó que pudiera pasarle nada malo el primer día que se alejó de la casa materna. Se vio envuelto en una tropelía y llevó la peor parte. Nunca pudo volver a su hogar tan amado, pues manos criminales le llevaron a la muerte.
Durante varios días su mamá Ventanita le buscó y buscó por los alrededores.
Se sintió tan triste cuando no regresó. Sólo una luz en el cielo le dijo que ya no volvería.
Máximo Tepa se fue al paraiso de los animales valientes.
-¡Chao Máximo!, dijo su mamá a la estrella
Y él envuelto en chispas de luz agitó sus garritas en eterna despedida."¡Quizá algún día el hombre aprenderá a respetar la vida de las especies más indefensas!
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