Cuentan que un día de diciembre, Ojito Velásquez, nuestro héroe, invitó a todos sus amigos y compañeros del barrio a celebrar una gran cena por la navidad.
Todos se sintieron felices, poque habían sido tomados en cuenta por el gato Ojito, y no como hacían los gatos de Monte Alto, que corrían a cualquier mortal que se acercara siquiera a ver el baile desde un hueco en la malla protectora de la quinta.
Por esto, la gatica Chiqui, decidió colaborar con un gran pastel, hecho de mazapan, y Gatona tremenda, con unos panecillos especiales rellenos de gran caramelo. Los gatos del patio corrieron a la casa del Ratón Figueroa y trajeron una tizana de frutas para brindar con mucha alegría durante el acto central.
Así que Ojito, tomó su gorro de cocina, su delantal de flores rojas y verdes, y procedió a elaborar las suculentas hallacas para degustar en la cena, pues pensó, que todos sus amigos y conocidos merecían tener el mejor manjar para la ocasión.
Desde lejos, un perro se acercó, y miró torbamente al gato Ojito, pensando en aguarle la fiesta, pues no le había invitado a la misma por ser fiesta de gatos, y él, por supuesto se creía gato, porque tenía un complejo puesto que sus amos le habían llamado "Gato", y el pobre, no sabía, si era perro, o gato, así que en su cabeza todo era confusión. El perro "Gato", muerto de envidia, decidió esperar a que empezara la fiesta. Se escondió detrás de un gran arbol que le gustó mucho, pues era de colores brillantes y vibrantes, así nadie notaria su presencia durante el festejo y desde allí les caería para darles un susto.
Ojito y todos sus amigos, vistieron la mesa y colocaron las viandas, se despojó del delantal y el gorro de cocina, y se colocó un pequeño gorro rojo y blanco para servir de anfitrión de los gatos y gatas de la comunidad. Los recibia con gran algarabía y regocijo, y el perro Gato desde su escondite, se sentía muy celoso por eso, pues el quería ser también recibido en la comunidad gatuna. Cada vez que llegaba alguien a la reunión y escuchaba el alboroto abría sus fauces y apretaba los dientes cerrando los ojos, hasta que en un momento, mordió el cable de las luces del árbol de navidad detrás del cual estaba escondido, recibiendo una descarga electrica que le paró los"pelos" de punta, pegando un gran alarido que asustó a la concurrencia, que corrieron a esconderse debajo de la mesa, pero los mininos observaron salir humo desde atrás del árbol y salieron de inmediato a ver que había pasado encontrando al perro Gato con el pelo parado en punta sollozando:
-Ayúdenme compañeros, que no quiero morir..! ¡Ayúdenme que no quiero morir solo en esta noche de luz y alegría..!, lloraba ante los mininos.
Entonces Ojito y sus amigos, le socorrieron y sentaron a la mesa para que pudiera descansar del tremendo susto y corrientazo recibido, le preguntaron: ¿por qué estabas escondido si la fiesta era para todos sin exclusión?, y el perro Gato dijo: -pensé que era sólo para gatos pequeños y no gatos como Yo...!
Y colorin colorado este cuento ha terminado.