domingo, 8 de diciembre de 2013

EL CHAURE. Cuento por Flor Patiño de Velasquez

    En Margarita, las aves nocturnas, que generalmente emiten sonidos o cantos cerca de rancherìas o poblados, son tomados como aves de mal agüero, es decir, aves que anuncian algún hecho desagradable o a veces la muerte de alguien.
        Es el caso de un ave, parecida a un gran búho blanco o plateado brillante,conocida en la isla como el CHAURE, que al pasar sobre la casa y cantar, los residentes se asustan y creen que ha anunciado la muerte de un ser cercano.
        Un día un gran Chaure, siguió la ruta que le habían enseñado sus ancestros.
        Desde su morada en el cerro del Piache se desplazaba siguiendo su antigua ruta a través de un gran árbol de mango, esta ruta la habìan marcado sus anteriores parientes guiàndose primero por los àrboles mas altos, como la mata de mango, luego a la mata de olivo, la mata de acacia y así sucesivamente hasta llegar al mar. Cuando sus antepasados chaures hacían el recorrido, no había casas ni poblados sino una gran sabana que marcaban los árboles ya mencionados, sin embargo el ave emitia sus cantos nocturnos que algunos en la aldea solian escuchar.. 
        Un indígena guaiquerì, llamado Charaima, construyó su vivienda cerca de la gran mata de mango en la ruta del ave nocturna, allí, se mudó con su familia, pero, no sabia que el árbol era una de las marca para que el chaure no se perdiera por el camino hasta el mar.
       Como no habìa luna,  cuando oscurecía,la familia de Charaima sólo se alumbraba con una pequeña braza del fogón.Para pasar el rato hasta la hora de dormir los niños y adultos se reunìa alrededor de las llamas del fogòn en el patio del rancho. Todo era silencio mientras los mayores contaban sus cuentos, sòlo se escuchaba la voz de Charaima que contaba  a sus hijos acerca de los animales del monte que el conocìa. Imitaba los sonidos de los grillos, de algunas aves para que los niños pudieran distinguirlos cuando los encontraran, de repente vieron aparecer al Chaure que se posò en el àrbol de mango y emitiò su lùgubre sonido, posando sus ojos grandes inexpresivos sobre los habitantes del hogar. Extendiò sus alas y aleteò cantando su tonada.
Todos se asustaron con la apariencia del animal, corrieron hasta la vivienda y se asomaron por alguna ventana a verlo, menos Charaima, a quien el chaure habia encantado con su plumaje vistoso y fantasmal.
       El Chaure dijo a Charaima:
     - Cada vez que pase por aquì y me detenga a cantar ante tu rancho recibiràs malas nuevas, es solo un aviso para que sepas lo que te deparà el futuro!.Pero- continuò el chaure- cuando solo pase  sin detenerme no ocurrirà nada.
      Charaima contò a su familia lo que le dijo el Chaure. Se asustaron mucho y cada noche buscaban por si aparecìa el ave ululante...
     Asì, de tiempo en tiempo, Charaima observaba pasar al chaure, pero este no cantaba ni se posaba en el àrbol, hasta que, unos años despuès, su mujer enfermò, y al dìa siguiente el gran chaure se posò en el àrbol de mango y desplegando sus alas plateadas cantò lugubremente.
-¡Chauuu!!Chaauuuuuu!!
        Charaima lo mirò alzar el vuelo y supo el destino de la enferma. En la noche su mujer se agravò y muriò.
         El indìgena se sintiò muy triste y contò a sus familiares, en el sepelio de su esposa, de còmo el chaure habìa cantado la noche pasada sobre la casa, anunciando la muerte.
        Es por esto que cada vez que pasa el chaure sobre las viviendas, las personas que lo ven estàn pendientes por si canta y anuncia la despedida de este mundo de algùn familiar o conocido.

jueves, 5 de diciembre de 2013

LA NAVIDAD DE OJITO Y SUS AMIGOS. Cuento por Flor Patiño de V.


Cuentan que un día de diciembre, Ojito Velásquez, nuestro héroe, invitó a todos sus amigos y compañeros del barrio a celebrar una gran cena por la navidad.
Todos se sintieron felices, poque habían sido tomados en cuenta por el gato Ojito, y no como hacían los gatos de Monte Alto, que corrían a cualquier mortal que se acercara siquiera a ver el baile desde un hueco en la malla protectora de la quinta.
Por esto, la gatica Chiqui, decidió colaborar con un gran pastel, hecho de mazapan, y Gatona tremenda, con unos panecillos especiales rellenos de gran caramelo. Los gatos del patio corrieron a la casa del Ratón Figueroa y trajeron una tizana de frutas para brindar con mucha alegría durante el acto central.
Así que Ojito, tomó su gorro de cocina, su delantal de flores rojas y verdes, y procedió a elaborar las suculentas hallacas para degustar en la cena, pues pensó, que todos sus amigos y conocidos merecían tener el mejor manjar para la ocasión.
Desde lejos, un perro se acercó, y miró torbamente al gato Ojito, pensando en aguarle la fiesta, pues no le había invitado a la misma por ser fiesta de gatos, y él, por supuesto se creía gato, porque tenía un complejo puesto que sus amos le habían llamado "Gato", y el pobre, no sabía, si era perro, o gato, así que en su cabeza todo era confusión. El perro "Gato", muerto de envidia, decidió esperar a que empezara la fiesta. Se escondió detrás de un gran arbol que le gustó mucho, pues era de colores brillantes y vibrantes, así nadie notaria su presencia durante el festejo y desde allí les caería para darles un susto.
Ojito y todos sus amigos, vistieron la mesa y colocaron las viandas, se despojó del delantal y el gorro de cocina, y se colocó un pequeño gorro rojo y blanco para servir de anfitrión de los gatos y gatas de la comunidad. Los recibia con gran algarabía y regocijo, y el perro Gato desde su escondite, se sentía muy celoso por eso, pues el quería ser también recibido en la comunidad gatuna. Cada vez que llegaba alguien a la reunión y escuchaba el alboroto abría sus fauces y apretaba los dientes cerrando los ojos, hasta que en un momento, mordió el cable de las luces del árbol de navidad detrás del cual estaba escondido, recibiendo una descarga electrica que le paró los"pelos" de punta, pegando un gran alarido que asustó a la concurrencia, que corrieron a esconderse debajo de la mesa, pero los mininos observaron salir humo desde atrás del árbol y salieron de inmediato a ver que había pasado encontrando al perro Gato con el pelo parado en punta sollozando:
-Ayúdenme compañeros, que no quiero morir..! ¡Ayúdenme que no quiero morir solo en esta noche de luz y alegría..!, lloraba ante los mininos.
Entonces Ojito y sus amigos, le socorrieron y sentaron a la mesa para que pudiera descansar del tremendo susto y corrientazo recibido, le preguntaron: ¿por qué estabas escondido si la fiesta era para todos sin exclusión?, y el perro Gato dijo: -pensé que era sólo para gatos pequeños y no gatos como Yo...!
Y colorin colorado este cuento ha terminado.

jueves, 18 de julio de 2013

¿POR QUÉ UN CHINAMITO COMÍA COCO?. Cuento por Flor Patiño de V.

OH! de la tradición oral margariteña, les traigo este cuento que escuché, muchas veces, en boca de mis abuelos y tías en mi niñez...

        Cuentan que, por allá, por los primeros años del siglo XIX, mis antepasados, tuvieron muchos encuentros con apariciones de fantasmas, que les perseguían para atormentarles, entre ellos tenemos a La Chinigua, la Llorona y los Chinamitos. Estos últimos, eran fantasmas de niños que habían muerto sin ser bautizados decían, duendes que se les aparecían en el camino a los viajeros que hacían solos el trayecto de un sitio a otro de la isla de Margarita., en algunos lugares más que en otros, éstos hacían de las suyas asustando a las personas desprevenidas, haciéndo travesuras como niños.
        Ocurrió que un día,José Concepción,a quien todos llamaban" Cochón" debía ir hasta el sector conocido como La Isleta, a buscar algunos pescados que Natividad, un amigo pescador, habitante del lugar, le había ofrecido.Cochón partió, desde el centro de Porlamar, donde vivía, muy temprano en la mañana, aprovechando "la fresca", como decía mi abuelo, e ir hasta tan lejos por el pescado. 
         Caminó por el sendero principal de arena caliente, rumbo a la Cruz de la Misión, siguiendo el camino por el lugar conocido como el alto de "Ñopito" hasta ir bordeando la orilla de la playa llegándo al sector La Isleta. Ya el sol se encontraba en mitad del cielo, por lo que calculó debían ser las once y media de la mañana, así que fue recibido por su amigo, que le esperaba sentado bajo la sombra de un árbol frondoso frente a la playa, el cual le ofreció un "agua de tamarindo" para refrescarse del calor reinante y descansar de la caminata. 
            Cochón sintió como la brisa marina llenaba sus pulmones de aire yodado, vió a lo lejos los pescados soleándose sobre unas ramas, todo silencio, por lo que su amigo Natividad le ofreció un plato de sopa de pescado en el almuerzo y se sentaron a conversar cosas de las familias de ambos, mientras bajaba el sol del mediodía y podría marcharse hasta su hogar. Como todo margariteño, la conversación giró acerca de  los fantasmas y aparecidos que eran naturales por esas soledades.
          Natividad le señaló que, algunas veces, veía a barcos piratas atracar cerca de sus trenes de pesca pero, ya él no se asustaba, lo tomaba como algo normal.
         Fue pasando el tiempo y a eso de la tres de la tarde, Cochón decidió tomar el camino de regreso a su casa, calculó que debía llegar, andando rápido antes de las seis a las primeras casas del centro de la ciudad. 
       Natividad lo acompañó hasta cerca de la entrada al Silguero, allí le dio una talega(bolso) con el pescado salado y una merienda, un pedazo de coco seco para masticar por el camino. De allí en adelante, como cuando iba, sólo había soledad, algunas gaviotas y alcatraces, rompían el silencio con su canto, aunado al ruido de las olas del mar.
             Cochón observó que, debajo de unas matas de clemón, había como un bulto de una persona, pero como se encontraba lejos, no pudo determinar bien que era, siguió andando y recordó lo que Natividad le dijo sobre los Chinamitos que salían a molestar por esos rumbos, pero él no tenía miedo a nadie y menos a unos chinamos, así que siguió acercanadose cada vez más a las matas de clemón.
          A pesar de repetirse en la mente muchas veces que no tenía miedo,receloso llegándo cerca de dichas matas mencionadas, vio a un niño que lloraba muy fuerte,además escuchó que detrás de la dunas de arena "jugaban y reian" algunas personas y, pensó, que el niño era de la familia que estaba en la playa. Al pasar cerca, el niño lloró aún más gritando que tenía hambre y, tuvo que detenerse, pues el muchachito corrió a ponerse delante de él en el camino.Cochón sintió lástima por el pobre niño y le dijo:- mijo! no tengo nada que darte de comer!!, cargándolo y mirándolo a la cara continuó: -yo sólo tengo un pedazo de coco y tú no tienes dientes para comertelo!- el muchacho le contestó:- No tengo dientes?, y ¡éstos que son?..., le enseñó dos grandes colmillos parecidos a un animal, luego de lo cual Cochón soltó al chinamito, gritándo: ¡¡¡¡¡¡¡Ayyyy mi madreeee!!! sálvamee!!!... y corrió despavorido hasta que no pudo más, cayendo sin sentido cerca del cruce hacia la carretera principal donde unos vecinos le socorrieron al verlo en veloz carrera como loco...Cochón aprendió que nunca debía viajar solo a parajes olvidados...y que nunca debía subestimar a los "chinamitos".
         En esta tierra margariteña sobran pasajes como este, y colorin colorado este cuento se ha terminado.

jueves, 23 de mayo de 2013

"Minina" Gatica. Cuento por Flor Patiño de V.



La gatica Minina era una felina muy guapa y espectacular.

Era engreída y popular entre los grupos de gatos del pueblo “Misango”.

Todos la veían pasar por la puerta de su hogar, meneando el rabo de aquí para allá y de allá para acá.

Las gatas más viejas le aconsejaban: “Minina: no seas tan pretenciosa gatita, porque los gatos del pueblo no te van a querer por creerte mejor que los demás”…

Minina soñaba con buscarse un enamorado que la mimara y quisiera, prendándose del gato de más alcurnia de la vecindad, el gato Ojito, dueño y señor de todo el reino.

Un día Ojito invitó a la gata Minina a almorzar en su casa. Oh! la gatita se sintió dichosa, pues nunca había estado en una casa de verdad.

Al llegar, el gato Ojito le invitó a retozar sobre la alfombra, minina se sintió feliz sintiendo bajo su panza el suave terciopelo que acariciaba su piel. Qué feliz sería si pudiera tener este lujo en su morada, pensó la gatita.

Ojito la dejó que merodeara por sus predios antes de invitarla a almorzar en su bandeja plateada de su uso personal. Minina se sintió en las nubes, UUMM! Poder degustar una rica comida hecha para gatos, que exquisitez!.

Sólo por haber estado una vez en casa del amo de la vecindad, la gatita Minina se puso aún más pretenciosa, ya no saludaba a sus vecinos del lugar, despreciaba a quienes habían nacido junto con ella y les creía inferiores. La gatita Minina olvidó la humildad que debe estar presente en los seres.

Por eso un día el gato Ojito, que a pesar de ser consentido tenía modales y valores de hogar, le  aconsejó  que dejara de tratar a los demás con despotismo, que no juzgara a los vecinos por lo que poseían materialmente sino por sus obras y buenos sentimientos, que mirara a su alrededor y viera que estaba sola, sin amigos que la quisieran de verdad,así que mientras continuara con su conducta altanera no la invitaría más a su casa ni la tomaría en cuenta.

La gatita Minina se sintió triste, desolada y decidió cambiar su forma de ser pues, se dio cuenta que había perdido a sus amigos de toda la vida, los cuales a pesar de su conducta, seguían apreciándola.

Colorín colorado este cuento ha terminado.

domingo, 3 de febrero de 2013

RATÓN FIGUEROA . Cuento por FMPDV.

Una cálida noche de noviembre, Ratón Figueroa, un animalito crecido para su edad, pues apenas tenía 10 años, y ya media màs del promedio normal de un ratón, asomó su humanidad por un resquicio de la ventana que daba al jardín de su morada. 
Con mucho cuidado trepó por el cable que daba a la conexiòn del televisor, con sus ojos saltones, echó la mirada hacia todos los puntos cardinales para no encontarse con los gatos que vivían por el callejón. Iba en busca de comida para llevar a la mesa de su hogar, y, como todas las noches, se ocultó hasta que los dueños de la casa apagaron la luz de la sala, entonces, corrió hasta las migas de pan sobre la alfombra que había dejado el gran  gato, rey de todas las cosas del lugar: Ojito Velàsquez..
Cuando ya se disponìa a saltar de su lugar de observaciòn, Ratòn Figueroa sintió como el gato le atrapaba por su cola, dejándolo en suspenso en el aire.OOHH!! su peor pesadilla estaba ante él.
Ratòn Figueroa, gritó de terror, y dando un gran salto en el aire cayò sin sentido en la alfombra.
Cuando Ojito miró al ratón en la alfombra, comenzò a buscarle el pulso y a auxiliarle, pues quería ayudarle a recoger las migas de pan para sus hijos. Pero, nada, el ratoncito no quería abrir los ojos de tanto miedo que sentìa y pensó: -¡Adios mundo cruel!!! ¡Ya me comiòOOOOO!!!!
_¡Vaya este ratón está casi muerto!! vamos a darle reanimaciòn!!- dijo el gato - como habìa aprendido en su ùltimo curso de emergencias gatunas.
Cuando Ratòn Figueroa sintió las uñas del gato paramèdico, comenzò a tener cosquillas por todo el lomo y comenzò a reír, reír y reír abriendo los ojos.
-Hola querido amigo- dijo Ojito_Yo sólo quería ayudarte con el alimento, no debes tener miedo de mi, porque a pesar que mi naturaleza es cazar ratones, me gusta ser solidario con otros especies!!!anda levantate, Yo te ayudo- dijo.
Ratòn Figueroa le dio la patita y salió corriendo hacia la salida para no ser alcanzado.
_Màs vale un "aquí corrió un cobarde" que se quedó un valiente!!!!
-Chaoooo!!! hasta luegoOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
Y fue asì como Ratòn Figueroa aprendió que no debía asechar en la oscuridad esperando una oportunidad.
y colorín colorado este cuento se ha acabado.

jueves, 31 de enero de 2013

EL APRENDIZ DE MAGO. CUENTO BASADO EN HECHOS REALES. POR FLOR PATIÑO DE V.


En los años 60, cuando se celebraba la fiesta del Valle, como decían en mi casa refiriéndose a las fiestas patronales de la Virgen del Valle, mi abuelo Mercedes preparaba un espectáculo de "magia" con un gran número de cosas que había aprendido en sus viajes a la India  30 años atràs.
Ir a la India y no entusiasmarse con los encantadores de serpientes y magos callejeros es como no haber ido. 
Por aquel tiempo del año 1.935, de su viaje al Mar Rojo, le quedaron recuerdos cuando estuvo varios días en algunas ciudades hindúes en el Continente Africano y también en el Asiático, donde adquirió un juego muy especial de "sacar" la suerte a las personas y con los que deleitaba a los asistentes a las fiestas patronales de Margarita. 
Este juego constaba de un atril, pintado en un color rojo brillante, en cuyo centro colocaba un gran frasco transparente, contentivo de tres muñequitos hechos de caucho a los cuales colocó el nombre de Teodorito, Dorila y Panchito. Y he allí donde estaba "la magia", pues dichos muñequitos, acataban las ordenes que mi abuelo les daba para sacar el signo zodiacal al gusto del cliente.
Cuando niña, me entusiasmaba saber ¿cómo hacía para que el muñequito que uno quería sacara el papelito fuera y extrajera de su caja dicho signo?. Todavía hoy no lo se... Bueno, dicho frasco era recubierto con una tela de terciopelo negro del cual, como un turbante hindú, tenia colocado muchos collares y cuentas de colores que lo hacían aún mas llamativo.
 Me acuerdo que mi hermano Reinaldo, el mayor de todos, le acompañaba hasta la plaza del Valle y allí ayudaba a instalar el pequeño y extraño tarantìn de colores. Por supuesto, esta atracción atraía a muchas personas: hombres, mujeres, niños, todos querían que los muñequitos le dijeran su "suerte" y más cuando algunos, querían saber cual era el "truco" para hacer subir y bajar a los muñequitos que tu querías, no el que dijera mi abuelo, el cual complacía a todo el mundo con sus ocurrencias.Muchos asistentes a la celebración vallera quedaban extasiados por la "magia" hecha delante sus ojos y no muchos trataron de adivinar el cómo lo hacía....

El tiempo ha pasado, pero los gratos recuerdos sobre mi abuelo perduran. Hace unos días, mi tía sacó los muñequitos y el frasco de vidrio para enseñárselo a las nuevas generaciones de mi familia, pero, lamentablemente nadie de la casa aprendió el truco de "hacerlos mover a voluntad", sin embargo están guardados con mucho cariño por lo que representan para nosotros. 

LA LLORONA DE MARGARITA. Cuento Tradicional por Flor Patiño de V


La tradición oral margariteña es muy rica en cuentos, acerca de fantasmas y aparecidos, creados por la imaginación del pueblo, y,quizás, por la total oscuridad que rondaba en todos los sectores en épocas pretéritas sin alumbrado eléctrico.
 Un "fantasma" muy conocido era "La Llorona", el fantasma de una mujer que perdió a su hijo y salía en las noches oscuras, sobre todo del mes de mayo, dando lamentos por no poder encontrarlo. 
Durante mi niñez, escuché muchas versiones de la aparición de este fantasma, quien asustaba "al más pintao",como diría mi abuelo Mercedes.He aquí uno de esos relatos:
Una noche  lluviosa, mi bisabuelo Marcelo Alfonzo tuvo que ir hasta El Valle a una diligencia urgente, salió a pie, ya que no había otra forma de transportarse, a eso de las tres de la tarde, por el camino real desde La Cruz Grande donde vivía, no pensaba quedarse mucho por allá, pues no quería lo agarrara la noche en el viaje de retorno. Marcelo era un hombre que no tenía miedo a andar por esos montes, pero no quería encontrarse por el camino nada "especial" pues.Fue hasta El Valle, a la casa de su familiar, por allá por el lado de la caja de agua y aún cuando era su intención no tardarse, durante el regreso el sol se ocultó temprano y comenzó a llover.
 Al llegar al recodo del sendero que seguía,no pudo pasar motivado al pantano que se había formado y tuvo que desviarse hacia la vereda que daba al paso del riachuelo, por el sector conocido como "La Guillotina", ya faltándole poco para llegar a su casa. 
Trató de pasar el río, pero en ese momento la lluvia arreció y no le quedó más remedio que guarecerse en una pequeña choza que había en una tejería cercana, que a esa hora estaba vacía y silenciosa. 
Marcelo esperó un rato mientras la lluvia caía más fuerte y, de repente, pudo ver a lo lejos a una mujer que se acercaba corriendo con un niño. Pudo verla cuando entró a la casita de barro donde guardaban los adobes hechos de arcilla.
Pensó que era muy tarde para que una mujer andara sola con un niño en brazos por ese rumbo,y además con ese chaparrón que no amainaba, pero algo le hizo poner los pelos de punta,al tratar de verle la cara y no encontrársela,Marcelo se agazapó debajo de las mesas donde estaba muy asustado y no hizo ruido para que la mujer no lo viera. Ésta, estaba vestida totalmente de blanco, con un paño tapaba su cara cadavérica, sacó un chinchorro y lo ató a la viga del techo, acostó al niño y comenzó a mecerlo muy fuertemente. El niño lloraba y la mujer comenzó a lanzar lamentos estremecedores que hicieron encogerse aún más a Marcelo en su escondite. Este trató de tapar sus oídos pero, el grito de la mujer era ensordecedorEl miedo se apoderó del caminante, quien, en un instante de valentía, saltó y corrió pasando el riachuelo sin mirar atrás mientras, La Llorona,  al verlo en carrera gritó  aún más y su lamento parecía estar en todo el espacio. Marcelo corrió, corrió y su casa parecía cada vez más lejos, sin embargo al llegar a la entrada del pueblo algunos conocidos le ayudaron y pudieron escuchar en "los elementos" el llanto de la Llorona. Marcelo no pudo pararse en varios días por la fiebre tan alta que le ocasionó La Llorona, pero no se le ocurrió entrar a guarecerse de la lluvia en ninguna parte, más nunca, así se cayera el cielo de tanto llover no se detendría hasta llegar a su casa.
 Así me lo contaron mis abuelos que pasó en Margarita, por el año de 1890 según, y yo se los cuento a Uds.

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  HOLA, HOLA BIENVENIDO A NUESTRO CORTO SOBRE EL CINE. El cine, empleado como fuente de información, permite adentrarse en el estudio de la ...