Aquel día corrí, corrí y corrí por toda la autopista sin mirar atrás, acompañando a un amigo.Soy un perrito de la calle, maltratado por el destino.
Ese día, ese mismo destino, me tenía preparado una gran sorpresa, pues, no sabía a quien acompañaba, solo el corazón decía: ¡ acompáñalo!.
Vi a tanta gente triste, llorando, con flores, saludando un cortejo que pausadamente seguía hacia un camposanto singular.
Algunos compañeros de juerga por la vida me dijeron:
-¡Pana! ¡allí va un hombre que nos amaba mucho..! El mismo que una vez nos dio la bienvenida en un programa en la televisión.Si no tuviera tanta hambre, correría con ellos, pero no puedo, mis pobres huesos ya no me sostienen, de repente hasta me muero antes de terminar el recorrido!- dijo un perro criollo sabio desde la redoma de la avenida, todo triste y macilento.
Otros amigos dijeron lo mismo, pero YO, sólo sentí el impulso de acompañar a ese buen hombre..! ¡Debe serlo..! pues no hubiera tantos humanos, hombres, mujeres, jóvenes y niños llevando el féretro..!- pensé desde que vislumbré la marea humana que se nos venía encima.
Otros amigos dijeron lo mismo, pero YO, sólo sentí el impulso de acompañar a ese buen hombre..! ¡Debe serlo..! pues no hubiera tantos humanos, hombres, mujeres, jóvenes y niños llevando el féretro..!- pensé desde que vislumbré la marea humana que se nos venía encima.
Me puse en la vanguardia siguiendo la carroza fúnebre. Pasaban y pasaban kilómetros de llorosa humanidad.
Cruzaba, a la derecha, a la izquierda, al centro, siempre tratando de llevar el paso, hacia adelante, siempre hacia adelante, sin desmayar. Pero mi energía casi se acababa y un buen soldado me recogió para descansar en una motocicleta. Se apiadó de mi dolor y mi cansado cuerpo.
Desde ese día me han cuidado, alimentado, sobre todas las cosas, amado pues, el lugar donde resido ahora, es el sitio más visitado por los habitantes de la tierra, luego de presentar sus respetos al gigante que allí yace, me buscan, me miran, me acarician, se toman fotos conmigo.
¡Soy el perrito Blazón pero también me llaman Nevado!.
Cruzaba, a la derecha, a la izquierda, al centro, siempre tratando de llevar el paso, hacia adelante, siempre hacia adelante, sin desmayar. Pero mi energía casi se acababa y un buen soldado me recogió para descansar en una motocicleta. Se apiadó de mi dolor y mi cansado cuerpo.
Desde ese día me han cuidado, alimentado, sobre todas las cosas, amado pues, el lugar donde resido ahora, es el sitio más visitado por los habitantes de la tierra, luego de presentar sus respetos al gigante que allí yace, me buscan, me miran, me acarician, se toman fotos conmigo.
¡Soy el perrito Blazón pero también me llaman Nevado!.