Caía la lluvia sobre las dunas de arena blanca y fina en el camino que conducía a Guaraguao.
Francisco, Chico como le decían los amigos, caminaba apresuradamente rumbo a la bahía.
Bordeando las dunas, tratando de no alejarse del sendero marcado por los caminantes para no pasar cerca del árbol, donde según habitantes del poblado un "turco" se había quitado la vida colgándose de una mata en el lugar, Chico miró a ambos lados del solitario camino, a ver si otra persona venía y, así, se acompañaban para pasar las misteriosas dunas, que el viento levantaba de vez en cuando azotándole el rostro curtido por el sol de Margarita.
La lluvia comenzó a arreciar, el caminante se vio en la necesidad de doblar por el recodo que daba a un gran pozo de agua cristalina y atrayente a pesar de la lluvia.
Desde su infancia, Chico había escuchado que no debía acercarse mucho a ese pozo de agua, pues según Margarito, su amigo y compadre, estaba "encantado", casi todas las personas del sitio, para recoger el agua clara se juntaban en grupos para poder ir allá, alejando los fantasmas que lo rondaban.
Ahora se encontraba solitario, sólo el rumor lejano de las olas del mar se escuchaban susurrantes.
De repente, al levantar la vista hacia el borroso horizonte bañado por las gotitas de agua, divisó una figura de una mujer que se acercaba hacia donde él se encontraba, desde la otra orilla del pozo, Chico pensó que había venido con un grupo de personas a buscar el agua para calmar la sed, y no tuvo miedo.
Comenzó a llamar su atención que, mientras más caminaba para alcanzarla, más lejos parecía que se encontraba la mujer, Chico, asombrado, la miró entrar al agua y caminar como si flotara sobre la misma,esta imagen hizo erizarsele todos los vellos del cuerpo, la mujer le llamó y llamó con un estridente chillido, que casi le ensordeció dejándolo paralizado, mientras la imagen se transformaba en un gran perro negro con grandes colmillos babeantes y agresivo que se abalanzó sobre el hombre.
Chico, en pánico total vio venir al gran perro, cuyos ojos rojos, cual brazas de fogón, le miraban fijamente acorralándole.
En ese instante, aparecieron cuatro mujeres con tinajones en la cabeza por el sendero que venían a buscar agua para sus oficios diarios, encontrándose la escena de terror, por lo cual comenzaron a gritar y correr para no tener que enfrentarse al perro de ojos rojos, dejando los tinajeros regados en la orilla del pozo.
Esto hizo que Chico reaccionara alejándose en veloz carrera del pozo despreciado en pos de las mujeres, que ya cruzaban el recodo a gran velocidad.
El corazón latía tan rápidamente que Chico creyó desfallecer, sólo logró tomar algunas bocadas de aire al juntarse con el grupo, que se paró a respirar porque no podía continuar del agite de la carrera y el terror.
_ ¡Comay no me dejen aquí solo, espérenme! gritaba Chico cada vez más ronco por el esfuerzo.
-Qué hacías tu solo ahí, mijo querido?- le preguntó la más vieja del grupo.
-Estaba guareciendome de la lluvia, cuando ¡apareció esa mujer en la orilla!-
-Mujer, ¿cuál mujer? Yo lo que ví fue una fiera de perro ¡que te estaba atacando!- dijo casi como murmullo la mujer.
-Por eso es que no se puede venir solo al pozo "despreciao" porque aparece el espíritu maligno....
y colorín colorado este cuento ha terminado