Hola bienvenidos a los cuentos de Ojito Precioso.
Para los que visitan la página les aclaro que, en mi tierra Margarita, Venezuela, una isla ubicada geográficamente al norte de la tierra firme venezolana, abundan narraciones orales sobre hechos de fantasmas y aparecidos que, por esta época de la Semana Santa y días del mes de mayo, hacen su aparición en calles, caseríos y lugares de la isla.
Hoy les traigo una narración, como casi tdas las de esta página, de mi autoría, acerca de uno de estos pequeños personajes que conocemos aquí como "Chinamitos", y tiene su base en un hecho real ocurrido en el conuco de Marcelo Alfonzo, mi tatarabuelo.
Bueno comencemos con la narración.
UN FANTASMITA EN JUEVES SANTO.
Corría el año de 1890, Marcelo cultivaba su conuco para mantener a su familia. Era un recio señor, un tanto moreno, más por el sol inclemente de la isla que por su piel. Estaba casado con una joven guaiquerí, con la cual tuvo a su hija Juana Irene, que era la niña de sus ojos.
Un día Marcelo se dirigió a su casa en La Cruz Grande, pero comenzó a sentirse un poco mal de salud. Llegó a la casa y el dolor subió en intensidad. Marcelo supo que su hora de marcharse estaba cerca y, pensó en varias cosas que estaban pendiente de hacer, pero, efectivamente durante la noche falleció.
Así transcurrió el tiempo, los años se multiplicaron y la familia también, pero el conuco permaneció en manos de la familia, fue dividido a partes iguales entre los nietos.
Ocurró que, como toda ley universal del progreso espiritual, por ley de existencia y afinidad, cada espíritu debe encarnar para lograr su progreso, y así, el espíritu recio de Marcelo volvió a tomar vida en la familia terrenal. Para esto, siguiendo su libro de vida firmó el acta ante testigos espirituales, le correspondió nacer en su amada tierra. Se sintió muy feliz de poder estar entre gente que lo amaría y cuidaría hasta que lograra tener la edad suficiente para cumplir la misión que le fue encargada.
El juez espiritual le asignó encarnar para completar una joven familia que ya tenía una niña.
Mientras esperaba en la sala espiritual para prepararse a ver la luz del mundo, miró hacia su lado notando la mirada penetrante y envidiosa de un espíritu que había tenido unas pocas horas de vida en su nueva existencia, teniendo que regresar casi de inmediato ante su molestia evidente, pues no le correspondía el turno de nacer motivado a su poco interés por estudiar en el plano espiritual que le había tocado. Aún su turno sería de largo alcance y eso lo disgustó muchísimo. Por lo cual decidió seguir a Marcelo y hacerle la vida imposible.
Un día, el espíritu, se apareció en el patio de la casa cuando Marcelo era un niño muy pequeño. Se paró debajo de una mata de taparo y, desde allí, comenzó a maquinar lo que iba a hacer para castigarle por quitarle su turno de ir a la tierra en esa familia.
Vio a la joven madre con el cuidado y amor que tenía por el niño, y estos gestos le enfurecieron más.
En una semana santa, el pequeño espíritu decidió molestar al niño para que este le siguiera a "jugar" con él entre los árboles de espina, porque sabía que estas pincharían la frágil piel del bebé, y así este se enfermaría y caería desde el portal del patio de la casa hasta el sembradio del papá de Marcelo. Hizo todo lo que pudo para lograr su objetivo pero, no contó con que, entre las personas de la casa, había un ser especial que lo podía ver y descubrir su jugada.
El fantasmita, llegó sigiloso ante el señor y le dijo para probar si podía verlo:
-Hola, soy el espiritu del pequeño Marcelo. Estoy dando una vuelta para cuidar el conuco.
El señor le contestó:
-No me mientas que puedo ver que no eres él. ¿Quién eres?
Viéndose descubierto el pequeño fantasma coloreó los ojos de rojo fuego, se agrandó ante los ojos del vidente y trató de asustarlo. pero, no contaba con que el señor sabía defender a las personas cuyos fantasmas osaran molestarlos, recordando le la ley de justicia y el cargo por castigo ante el juez universal. Esto asustó mucho al fantasmita que se arrepintió en el acto y desapareció del mundo real rumbo a su mundo de iguales, por lo cual el niño Marcelo pudo llevar su vida acorde a la misión que debía cumplir es su existencia.
Y colorin colorado esta narración ha terminado. Espero tus comentarios acerca de la misma
Chao, nos vemos en nuestro próximo post de los cuentos de Ojito Precioso.