domingo, 8 de diciembre de 2013

VISITANTES DE LA CUEVA DEL GUACHARO. CUENTO POR FLOR PATIÑO DE V.

En mi casa siempre se tuvo una visión especial sobre los  fantasmas diferente a otras familias, nos enseñaron a verlos como hermanos espirituales que necesitaban ser encaminados para asumir su "desencarnación" o muerte,quizás por ser estudiantes del espiritismo luz y verdad.
 Mi abuelo Mercedes tenía el don de ayudar a mucha gente que acudía en busca de orientación sobre problemas espirituales,y no era acto de brujería ni hechicería,nada de eso, presencié, siendo pequeña como muchas veces  llevaban a personas en crisis de locura y solo con conversar con él o ella lograba calmarlo, además  leyendole un poco sobre espiritismo retiraba al hermano espiritual que lo molestaba, más sin embargo, nos asustaba escuchar cuentos sobre los conocidos "espantos" de La Chinigua, la LLorona, o cualquier otro de esta tierra margariteña.
 Mi tía María tiene un don especial sobre las cosas "particulares" que puedan no tener una explicación científica. Todos tenemos como ese sexto sentido que nos previene sobre cosas a ocurrir o tener la facultad de ver y escuchar a quienes ya no están, pero nunca había conocido, personalmente, a alguien tan especial en ese aspecto como mi esposo Carlos.
Hace unos cinco años decidimos ir de vacaciones al estado Monagas, específicamente a Caripe del Guácharo, es un pueblo maravilloso con un clima frío, alquilamos una cabaña en lo alto de las montañas que rodean a Caripe, en un hotel muy lindo. 
Cuando llegamos me fascinó lo bonito de la cabaña que nos asignaron, estilo casa de muñecas, quedaba en lo más alto de la loma del hotelito.
Al entrar en ella notamos que hacia mucho frío y que había varias velas en la sala y cocina, luego entendí que la luz se iba varias veces y por esto lo de las velas y ya pensaba que "era" otra cosa.
 Al abrir la puerta trasera de la casa notamos que había un parquesito con bancos y columpios pero me dio desconfianza, no dije nada, volví a cerrar  la puerta aun cuando era temprano y había sol. La habitación quedaba en el segundo nivel  de la cabaña. Bueno, nos pusimos cómodos y comenzamos a planificar lo que haríamos: visitar la famosa cueva del Guácharo y otros lugares de interés.
A la mañana siguiente muy temprano, nos recogió el taxista para llevarnos a la cueva., desde lejos pude notar su encanto. 
Había ese día mucha gente visitándola.Personas de varias nacionalidades, una mezcla de culturas entusiasmados por estar en la famosa Cueva del Guácaharo.
 A Carlos le llamó la atención al bajarnos del auto, una gruta que se encontraba justo al frente cruzando la avenida y fue hasta allí para mirar. Se trataba de un altar donde se velaban imagenes y fotos de personas que habían fallecido al ser atropelladas en ese lugar.Había velas, veloncitos y toda clase de ofrendas, hasta peluches de niños. La gruta me dio escalofríos y... allí comenzó todo.
El me dijo que ahí estaba la muchacha y el sr que alumbraban en las fotos de dicha gruta, que querían decirle algo...lo miré y le dije que mejor volvieramos donde estaba toda la gente que en ese momento se agolpaban ante la entrada del monumento nacional de Monagas.

Cruzamos de nuevo hacia la Cueva del Guácharo y noté que Carlos comenzó a verse "diferente" ya no con el ánimo que traía del hotel, bueno, pensé que le había molestado algo de lo que vió arriba.. 
Dimos vueltas alrededor de la entrada de la cueva pero no nos decidímos a tomar un recorrido ese día. La impresionante entrada y oscuridad reinante luego de unos metros de la entrada me dio miedo. 
Mientras Carlos comenzó a caminar por los senderos como si ya hubiera estado allí. Antes de irnos del lugar decidió mirar de nuevo la gruta y esta vez no lo acompañé sino que observé los alrededores llegando hasta una placa de piedra en relieve sobre un sacerdote español del siglo XVIII quizás. Lo estuve  observando por un rato y noté que había sido alguien alto que usaba camisa blanca con volado, como los conquistadores españoles y me pareció una figura conocida. De regreso al hotel Carlos siguió un comportamiento no usual en él.
Le molestaba cualquier cosa y no se sentía contento, fue al parque que teníamos en la parte de atrás de la cabaña y comenzó a jugar con "alguien allí" mientras yo hacia la cena. 
Escuchaba risas y gritos y pensé que a lo mejor habían llegado huéspedes con niños a alegrar ese triste parque solitario lo llamé para comer y estaba solo. Al terminar de cenar se fue a ver televisión en la habitación y lo escuché  conversar con "alguien".Al subir a la habitación me dijo sentirse mal. Lo vi  como el hombre de la imagen de la cueva, la misma barba alargada y la camisa de volados, pensé que estaba cansada y veía cosas raras. 
Esa noche Carlos tomó su cobija y se fue a dormir en un pequeño catre que quedaba en la cocina arropado de pies a cabezas y por nada quiso volver a la habitación porque lo estaban "molestando" los que había visto en la entrada de la cueva.. 
Comencé a preocuparme y pensé en lo que hubiera hecho mi tía en esos casos pero no tenía nada a la mano así que esperé se le pasara.En ese momento para empeorar las cosas se fue la luz...! OOHHH! que noche...
A la mañana siguiente se mostró ansioso por volver a la cueva. Esta vez se anotó para entrar a visitarla.
 Yo todavía tenía miedo de entrar pero, "algo" me dijo que paseara primero por los alrededores, llegando hasta una escritura hecha en piedra donde la cueva "habla" a quien la va a visitar. 
Mientras leía, se me fue pasando el temor y decidí  entrar, con un grupo que ya estaba preparado, tomamos el recorrido y por supuesto me quedé detrás del guía, en primer lugar, Carlos se quedó de último en la columna que ya comenzaba a moverse hacia el sendero oscuro. 
El guía fue explicando la historia de la cueva y comenzaron las preguntas de los participantes en la excursión.
 Todo iba muy bien hasta que llegamos a un espacio algo grande, algo redondo, donde las formaciones rocasas hacen siluetas de animales y personas cuando se les proyecta la luz, donde el guia explicó la leyenda de los indígenas que habitaban ese lugar y la del sacerdote español que murió a manos de ellos. 
Cuando miré buscando a Carlos, lo observé mirando al vacío y sus facciones eran iguales a la del rostro que habia visto hecho en la placa de piedra a la entrada de la cueva. El me vio, con mirada profunda de ojos muy negros, supo que yo sabía no era Carlos en ese momento y, se sonrió.
 El guía terminó de explicar la historia sobre la muerte del monje justo en ese lugar.Como ya tenía el antecedente de la noche anterior, no le mostré miedo y seguimos el recorrido hasta el final, ida y vuelta. Cuando salimos, volvió a actuar como es él y regresamos a la cabaña.Le pregunté por qué me miró de esa manera y dijo que veía visiones, que él no me había visto así.
 Bueno,por la facultad especial de mi esposo los "espíritus" que estaban en la cueva se"vinieron" con nosotros hasta el hotel y no nos dejaron tranquilos la tarde noche haciendo ruidos y molestandonos por lo que no pensaba con claridad cómo hacer para ayudarle, hasta que recorde partes de un libro que siempre usaba mi abuelo y rogué porque se marchara.
 De pronto, dijo con voz gruesa y firme que me asustó: -¡debemos volver a la cueva mañana en la mañana y "dejar allí lo que era de allí"!, porque ese espíritu había permanecido en ese espacio por siglos sin encontrar quien le guiara a salir de esa oscuridad, así hicimos, en el lugar donde se encontraba la gruta y la placa conmemorativa del monje español, le pedimos que, en amor, dejara de perturbar a las personas, que buscara su luz, le aconsejamos por unos minutos, pasado un tiempo sentimos que todo volvió a la normalidad que tanto anhelaba.Bueno seguimos nuestras vacaciones  sin molestias disfrutando de Caripe del Guácharo.
Ah!! Por eso los fantasmas para mi si existen!!.

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